Trevor Brown se diferencia de la turba de sus imitadores en que combina los tres elementos infancia, violencia y sexualidad en la proporción exacta para dar la impresión sádica que se propone. En la generación surrealista, Bellmer ya anticipaba estas fantasías, y en todas ellas el niño o adolescente adoptaba una actitud sumisa respecto al adulto. Los niños suelen ser crueles con los animalitos, y esa crueldad aquí se traslada a los muñecos. Vemos estas obras como fantasías inocuas, pero ¿diríamos lo mismo si el artista -u otro- se permitiera esas fantasías con muñecos que representaran judíos o negros?. Trevor desactiva la protesta al recurrir a muñecos.
Felicito a Enkil por su blog.
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Por: Joaquín
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